NUESTRO DIOS NO ES EL DINERO

La palabra de Dios nos pone en guardia con el sin duda, Dios, con minúscula, del mundo moderno: el dinero, las cosas, lo material, la cuenta corriente, las posesiones, la riqueza en todas sus formas.


A pesar de que dicen que estamos muy avanzados, somos esclavos del orgullo, del dinero y la sensualidad. No somos ángeles pero tampoco esclavos ni hemos nacido solo para TENER a costa de todo. Una parte muy importante de los periódicos, de nuestros diálogos, de nuestras preocupaciones son sobre el poseer.

La primera lectura, tomada del profeta Amós, dirige una maldición contra los mercaderes y negociantes que no aceptan la religión que estorba a sus planes; quieren que pasen las fiestas sagradas, el sábado, día del Señor, para poder emprender su tarea financiera, y con ello, las injusticias que lleva la avaricia de los que son amantes-esclavos-enfermos del dinero.
“Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6, 18-24)

Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro.

NO PODÉIS SERVIR A DIOS Y AL DINERO.
Tal vez no es tan fácil vivir trabajando y ganando lo que es necesario y muy lícito para vivir con dignidad y no estar obsesionados por el pasado, el presente y el futuro de mis cuentas, finanzas, ahorros, ganancias, pérdidas, el futuro, las enfermedades, la ruina.
Hay que guardar pan para mayo sí, pero no como si hubiéramos nacido solo para eso.
Hay que añadir la injusticia del que más sabe con el ignorante, la mentira en el negocio, la falsificación de las normas de juego, la inteligencia que atropella al menos dotado. Hay muchos ricos con corbata pero debiera ser con un cadena al cuello al ver tanto inocente y pobre atropellado por la avaricia patológica de los amantes del dinero.

Así como hay hipocondríacos aterrados por su salud, hay también aterrados por ganar y ganar más todo el día. Aterrados por no ganar la cantidad que se han propuesto.


Un panadero quitaba unos gramos al pan francés cada día. El pan de los pobres, el alimento de los niños, el sustento de muchas familias, el soporte de los enfermos de tuberculosis… Y decía que era cristiano.
Después me enteré que no dormía bien. Al corazón no se le puede engañar. El insomnio es la consecuencia de lo podrido de su dinero. Si no se detiene de su crimen y no restituye, el Dios de los pobres seguro que será un juez implacable con él.


El dinero es necesario, pero vivir para él, es perderse a Dios, a la familia, a los buenos amigos, a la conciencia en paz, a dormir tranquilo. Las palabras de aquella mujer, que ayudaba a los demás sin tener lo necesario para ella, y trabajando siempre, es una lección maravillosa: mi seguro para el presente futuro no es el trabajo que no lo dejaré, mi seguro es Dios.

Recopilación y comentario P. DOMINGO