Cuando Dios elige a una persona, Él mismo se encarga de mostrarle el camino. Vicente de Paúl se dejó "atrapar" por Dios, o mejor dicho, fueron los pobres los que le llevaron a Dios.
En sus años de juventud sus ideales no eran los de un amor generoso y desinteresado. Hijo de una familia campesina, el tercero de seis hermanos, vivió sus primeros años trabajando en las tareas del campo.
Su inteligencia despejada llevó a sus padres a proporcionarle unos estudios en el colegio de los Franciscanos de Dax, cuando tiene 19 años es ordenado sacerdote, tanto él como su familia lo que pretendían era encontrar un honroso retiro, pero los planes de Dios eran otros.
Tras unos años de conversión marcados por varias experiencias, buenas y no muy buenas, el encuentro con los pobres le hizo descubrir su verdadera vocación.
El año 1617 fue decisivo en su vida, tiene 36 años y dos acontecimientos
van a marcar su trayectoria. El encuentro con un anciano moribundo en Gannes y la situación de una familia muy pobre en Chatillón, donde él está de Párroco.
En estos acontecimientos descubre la llamada de Dios para poner en marcha sus grandes Obras de Caridad: Congregación Misión, Cofradías de la Caridad, Hijas de la Caridad ... A partir de este momento dedicará toda su vida al servicio y evangelización de los más pobres y abandonados "mis amos y señores", como él solía decir y "mi peso y mi dolor".
Siempre intentó estar donde había una necesidad: mendigos, niños abandonados, presos, campesinos arruinados por la guerra, enfermos pobres, soldados heridos, en países de misión etc.
Su doctrina y testimonio siguen siendo una voz que nos cuestiona: ''No basta con que yo ame a Dios si mi prójimo no le ama". "Amemos a Dios, pero que sea con el sudor de la frente y el cansancio de nuestros brazos" ...
La gran obra de Caridad llevada a cabo por Vicente de Paúl en favor de los más pobres, brota de un amor apasionado a Jesucristo. Él fue la regla de su vida y siempre trató de confrontar sus acciones con las de Cristo.
Para San Vicente la misericordia de Dios con los pobres se manifiesta en los pequeños gestos de servicio hechos con amor, delicadeza y alegría.
Por: Sonia Encinas