El Evangelio de hoy día pertenece al sermón de la cena. Fueron las últimas enseñanzas de Jesucristo o también el recuerdo de enseñanzas que ya les había transmitido. Eran como las últimas voluntades porque veinticuatro horas después Jesucristo habría muerto y Judas también. En realidad de los trece que había en el cenáculo, a dos les quedaba poco tiempo en esta vida terrena.
Jesucristo les va preparando a los apóstoles a la ausencia visible de su persona porque 40 días después se produce la ascensión del Señor a los cielos. La culminación de la Redención tiene 3 manifestaciones: la Resurrección, la Ascensión y la Glorificación.
En realidad es la realización plena y el “ reconocimiento” de la maravillosa Redención para nosotros : (Jn 19:28) “Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido…” Pero a partir de la Ascensión Jesucristo no será ya visible entre nosotros.
Habita en la Eucaristía, en la gracia, en la oración, en la Palabra, en el otro. Pero no le vemos cara a cara como lo veían los apóstoles.
Por eso Jesucristo promete que nos enviará su Espíritu: “Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes, pero el Defensor, el Consolador, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien les enseñe todo y les recuerde todo lo que les he dicho”. Y lo hará con todos sus dones, carismas y todos sus frutos.
Ven, Espíritu divino, Tregua en el duro trabajo,
manda tu luz desde el cielo. brisa en las horas de fuego,
Padre amoroso del pobre, gozo que enjuga las lágrimas,
don, en tus dones espléndidos, y reconforta en los duelos.
fuente del mayor consuelo.
manda tu luz desde el cielo. brisa en las horas de fuego,
Padre amoroso del pobre, gozo que enjuga las lágrimas,
don, en tus dones espléndidos, y reconforta en los duelos.
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, Entra hasta el fondo del alma,
descanso de nuestro esfuerzo. divina luz y enriquécenos
descanso de nuestro esfuerzo. divina luz y enriquécenos
En esta secuencia de Pentecostés el alma se siente feliz cuando el Espíritu de Jesús la posee, la invade con todas sus riquezas. Este es el ambiente que estamos viviendo. Pero el Espíritu de Dios ingresará en nosotros en la medida que estemos preparados para recibirle.
Dios quiere, Dios invita , Dios desea. Todo depende de nosotros. Que digamos desde el fondo del alma: “Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo”.
P. FRANCISCO DOMINGO