DON DE FORTALEZA

Cuando, escuchamos esta palabra, nos podríamos imaginar, a esas personas, fuertes, de las películas de acción, que todo lo pueden con una facilidad, increíble, o a esos atletas olímpicos, que con una facilidad llegan a la meta, entre otras cosas, pero tendríamos que preguntarnos, ¿Quién es fuerte en verdad?

El don de fortaleza nos alienta frente al temor de los peligros. Nos inspira el superarlos, y da una increíble confianza para vencer las dificultades.

Es la virtud, con la cual superamos la debilidad humana que se manifiesta en cientos de formas, pero sobre todo es nuestra capacidad de vencer el miedo. Tememos, por naturaleza, al peligro, a los disgustos y sufrimientos, a lo oscuro.

La fortaleza, conquistada conscientemente, es un antídoto contra las tentaciones de debilidad, del no hacer nada.
Entonces, es el don del Espíritu Santo, que nos sostiene para obrar de manera correcta y valerosa, lo que Dios quiere de nosotros, y superar las dificultades que encontramos en nuestro diario andar, a superar esas pasiones internas y la presión del mundo que nos rodea; diariamente, podemos experimentar nuestra propia debilidad, especialmente en el campo espiritual y moral, y cedemos, en ocasiones sin darnos cuenta.

Juan Pablo 11 nos dice: "Quizá nunca como hoy, la virtud moral de la fortaleza tiene necesidad de ser sostenida por el homónimo don del Espíritu Santo.

El don de la fortaleza es un impulso sobrenatural, que da vigor al alma no solo en momentos dramáticos como el del martirio, sino también en las habituales condiciones de dificultad: en la lucha por permanecer coherentes con los propios principios; en el soportar ofensas y ataques injustos ; en la perseverancia valiente, incluso entre incomprensiones y hostilidades, en el camino de la verdad y de la honradez".

Puede que no sea difícil de entenderlo o visualizarlo, desde la comodidad y seguridad de
nuestra vida diaria, pero solo debemos ver la vida y obra de tantas personas que supieron luchar y trabajar silenciosamente durante años, durante toda su vida, por la obra de Dios, eso es tener el don de la Fortaleza, bien arraigada en sus mentes y corazones.
Hablamos de gente que creyó, cuando todo el mundo decía que debían de ceder, que se enfrentaron valerosamente, a un mundo cruel y sin valores, que lucharon contra la incomprensión y el rechazo, que defendieron la Vida.
Que coraje y amor por Dios hay que tener en el momento en que algunos dicen que no.
Pareciera que para algunos nos resulta difícil aceptar que una persona, de carne y hueso, tan igual a nosotros, con virtudes y también defectos, pueda ser santa.

Creo que es el momento de mirarnos al espejo, y preguntarnos a nosotros mismos,
¿Qué tanta Fortaleza tenemos en nuestro corazón?, y averiguar sin temor, de lo que estamos hechos.

Por: Jorge Antonio Siña Neyra