Es el Séptimo Don del Espíritu Santo, no se trata de temerle a un Dios castigador, ni mucho menos portarnos bien porque Dios nos va a dar de nalgadas ni nada parecido, primero tenemos que entender lo que son los dones del Espíritu Santo.
Estos dones se nos otorgan a través del Espíritu Santo, para el bien de nosotros mismos, podríamos decir que son hábitos, o favores, que Dios mismo ha colocado en nuestras mentes y corazones, son partes fundamentales del ser humano, sin ellos no seriamos lo que somos, seriamos como animalitos, sueltos en el bosque.
Entonces, ¿qué entendemos por el don del Temor de Dios? Es el que fortalece nuestra voluntad e inteligencia contra los apetitos desordenados y placeres deshonestos, otorgándonos una extraordinaria capacidad para entender la voluntad de Dios, y ser felices practicándola.
Simplemente es tener la capacidad de tomar la decisión de no pecar, porque sabemos que está mal, ni de ofenderlo, porque sabemos que le hacemos daño, y a nosotros mismos también, porque no estamos en su gracia, es llevar nuestras vidas como Cristo nos enseñó.
De ninguna manera es, vivir buscando ni tipificando nuestros pecados, y mucho menos buscarlos en otros, mientras nos creemos perfectos o con la capacidad de ser fiscal, juez y verdugo, ni vivir con la confianza excesiva en la misericordia divina, creyendo tontamente, que cualquier ofensa de hoy será perdonada mañana, y más aun, que ahora somos conscientes de lo que significa el temor a Dios.
Juan Pablo 11 nos lo explica mejor diciendo "Aquí se trata de algo mucho más noble: es el sentimiento sincero que el hombre experimenta ante la inmensidad de su Creador, especialmente cuando reflexiona sobre las propias infidelidades y sobre el peligro de ser "encontrado falto de peso" (Dn 5,27) en el juicio eterno, del que nadie escapa.
El creyente se presenta ante Dios "con el espíritu contrito y con el corazón humillado" (cfr Sal 50,51.19), sabiendo que debe atender a la propia salvación "con temor y te mblor" (Flp, 12).
Sin embargo, esto no significa miedo irracional, sino sentido de responsabilidad y de fidelidad a su ley".
Valoremos y honremos entonces, los dones del Espíritu Santo, llevando una vida digna, y justa, en Gracia, y entendamos que el ser humano se ha logrado, porque Dios así lo permitió, que no nos engañen con lo contrario.
No vivamos temiendo el castigo,
Vivamos en Cristo.
¡Es nuestra decisión!
Por: Verónica Gamarra Suárez