Hechos 1:9-11. "Jesús fue levantado al cielo mientras estaban viéndolo, y le recibió una nube que le oculto de sus ojos¨. La Ascensión ha sido trasladada al domingo 7º de Pascua, porque el jueves día 13 no fue día de fiesta, al cumplirse cuarenta días después de la Resurrección, conforme al relato de San Lucas en su Evangelio y en los Hechos de los Apóstoles. La Ascensión expresa que no todo es muerte sino cielo y vida eterna, la vida después de la vida. No nacemos para morir sino para la gloria
La redención de todos los hombres comienza en la Encarnación (toda la vida de Jesucristo es redentora) y culmina de alguna forma hoy en la Ascensión del Señor y hasta podríamos decir que en Pentecostés cuando Jesucristo no nos deja solos sino: Juan 14,18: ¨No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros¨.
Al contemplar la ascensión de su Señor con su cuerpo, alma y divinidad a los cielos los discípulos quedaron asombrados, porque no entendían las Escrituras antes del don del Espíritu, el día de Pentecostés y miraban hacia lo alto. Dos hombres vestidos de blanco (que se aparecieron) aclaran algo el misterio: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse (Hechos 1,11).
Dice el Evangelio de san Mateo (28,19-20) que el Señor envía a los discípulos a proclamar y a realizar la salvación, según la triple dimensión de la Iglesia, fe, culto (sacramentos y oraciones) y vida cristiana: ¨Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo¨. ¨ Habita en la Eucaristía, en la gracia, en la oración, en la Palabra, en el otro, sobre todo en el que sufre.. Pero no le vemos cara a cara como lo veían los apóstoles.
Las oraciones de esta solemnidad piden que permanezcamos fieles a la doble condición de la vida cristiana, orientada simultáneamente a las realidades temporales y a las eternas. Esta es la vida en la Iglesia, comprometida en el mundo pero también en la oración. Mirando al cielo pero los pies en la tierra. Afincados en esta tierra que Dios a creado para nosotros, pero con la esperanza de los bienes futuros, pero encarnados en el tiempo y en las necesidades de todos los vivientes, aliviando dolores, dando amor a todos, y recordándonos unos a otros que tenemos vocación de cielo.
Recopilación y comentario
P. FRANCISCO DOMINGO