Lo distintivo del cristiano es el amor siempre y a todos

¿Por qué dice Jesús que este mandamiento es “nuevo”? ¿Dónde está la novedad, si el mandamiento del amor al prójimo ya existía en la Ley antigua? ( Lev. 19,18).
La novedad está en el modo de amar, la novedad está en amar como Cristo nos amó, es decir, en amar a su estilo, con el heroísmo, la entrega, siempre y a todos. Ese siempre y a todos, sin excepción, es la gran novedad también.
Jesús es modelo y fuente del amor que reconcilia.


Judas, Pedro, la Magdalena, la mujer adúltera… Amor que se convertirá en el distintivo de sus discípulos: «En esto reconocerán todos que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan unos a otros» (Jn. 13,35).


Es nuestra marca, distintivo, nuestra señal, nuestra forma de ser, lo propio nuestro, para eso nacimos y fuimos bautizados esencialmente.
No es tan sólo un sentimiento. Es mucho más. Es compromiso de la fe, de la voluntad, de la inteligencia, de los sentimientos y de los sentidos. Es vital como el de Cristo y por eso tiene la fuerza de darse, aunque no guste. Como San Damián de Veuster, (1840-1889) que pide, vive, se contagia y muere entre los leprosos a los 49 años de edad un 15 de abril.
El amor cristiano es donación de sí.


Es acogida del otro, es diálogo, es solidaridad, es caridad para con el pobre en especial, es esfuerzo por la comunión entre todos, es perdonar (que no significa aprobar) y pedir perdón. Una vez más: siempre y a todos.


Yo necesito amar, sencillamente porque estoy hecho para amar, porque ésa es mi vocación más profunda. Y estoy hecho para amar porque vengo de Dios que es Amor, y porque Él ha puesto en mí esa capacidad y necesidad de amar, con el sentimiento o sin él.
Dice San Agustín ( +430) : «¿Quizá la novedad de este mandato consista en el hecho de que nos despoja del hombre viejo y nos reviste del nuevo? Porque renueva en verdad al que lo oye, mejor dicho, al que lo cumple, teniendo en cuenta que no se trata de un amor cualquiera, sino de aquel amor acerca del cual el Señor, para distinguirlo del amor carnal, añade: Como yo os he amado».
Si amamos como Cristo amó - siempre y a todos, sin exceptuar a nadie - y desde que Cristo lavó los pies a Judas - que el día anterior le había vendido para que lo mataran - no hay excusa ni podemos hacer ninguna excepción. Lo más genuino del cristiano es el amor, a veces feliz y maravilloso, a veces duele hasta la cruz. Pero es lo nuestro. Por ello nos conocerán.


P. FRANCISCO DOMINGO HERRERO C. M.