JESÚS DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS

Ya no le queda nada, Jesús es despojado de sus vestiduras; está desnudo como Adán, pero mientras que éste se acercó al árbol del conocimiento del bien y del mal con soberbia para ser igual a Dios, Cristo desnudo se acerca al árbol de la cruz con humildad para unir al hombre con Dios.

Nada tiene. Es absolutamente libre y se entrega a Dios. Nada le retiene, nada se lo impide. El camino ha sido largo, humillante. El Gólgota (o Calvario) se siente cargado de injusticia.
Despojado de todo, libre, sin las mil ataduras con que los hombres nos atamos a la tierra, Jesús despojado, sin nada, Jesús pobre, Jesús solo.


A JESÚS LO HAN DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS.


El vestido confiere al hombre una posición social; indica su lugar en la sociedad, le hace ser alguien. Ser desnudado en público significa que Jesús no es nadie, no es más que un marginado, despreciado por todos… Y Jesús asume una vez más la situación del hombre caído. Los soldados no tienen piedad y la constante burla no parece detenerse; pero si esto no bastara, ahora lo someten al despojo de sus vestiduras, prendas que antes protegían su cuerpo de las morbosas miradas, vestiduras adheridas a él por la sangre de sus heridas.

Jesús no se queja, no pretende dar pena; se muestra tranquilo, seguro. Sabe que lo que está haciendo es por todos los que lo insultan, lo condenan y lo odian sin motivo. Por nuestras culpas y nuestros malos deseos y codicias e injusticias, Jesús padece pobreza, deshonra y soledad. Y las sigue padeciendo en sus pobres, imágenes suyas.

ÉL acepta, es lo que debe hacer. Su Padre se lo pide. Ahora está sólo, se ve sólo, pero su Madre lo acompaña a lo lejos. Él lo sabe, Él lo siente.
Se encuentra expuesto el pueblo; pero esto no lo detiene, no es motivo para querer huir del lugar. Nos ama, nos perdona y quiere ser el Cordero del sacrificio. Nadie lo entiende y lo valora en ese estado, sólo su Madre; su apóstol el amado; su Padre celestial y los que tenemos fe.
Concédenos Señor un profundo respeto hacia el hombre en todas las fases de su existencia y en todas las situaciones en las cuales lo encontramos. Danos el traje de la luz de tu gracia.

Por: Anthony Uriarte