SUFRIÓ EN VIDA LOS ESTIGMAS Y LA PASIÓN DEL SEÑOR.
La Congregación para la Causa de los Santos estudia los informes
sobre su proceso de beatificación
La encefalitis que se apoderó de Marthe Robin, 1902 – 1981, una joven francesa que vivía con sus padres en una humilde casa del centro de Francia, la postró en una cama inmóvil, ciega y sin poder comer ni dormir. Sin embargo, y contra toda explicación racional, logró sobrevivir durante más de 50 años con la Sagrada Hostia como único alimento. Desde su profunda espiritualidad y desde su fe poderosa, la joven, quien aseguraba que «Cristo es mi alimento sobreabundante», logró fundar más de 70 «Hogares de Caridad» en los cinco continentes. El Vaticano, hoy, estudia la causa de su beatificación.
En 1928, a los 26 años de edad, la encefalitis que se apoderaba poco a poco del frágil cuerpo de Martha Robin, la sexta hija de una matrimonio de humildes campesinos de la pequeña localidad, cerca de Lyon, paralizó todos sus músculos, incluso aquellos que nos permiten tragar los alimentos y la bebida. Su estado se agravó aún más fruto de un insomnio persistente y de la ceguera. El diagnóstico, al final, era tajante: Marthe Robin moriría pronto y lo único que se podía hacer era llamar a un sacerdote para que recibiera la unción de enfermos.
La joven, en extremo piadosa, preparó su alma para entregarla al Señor y recibió el viático un miércoles. Una semana después, Robin seguía viva y la familia volvió a llamar al sacerdote para que la confortara en sus «últimos días» con la Comunión. A la semana siguiente, Marthe vivía. Y así semana tras semana, mes tras mes… hasta 53 años postrada vivió Marthe desafiando las ciencias precisas de la Biología y de la Medicina, que nos enseñan que ningún ser vivo puede vivir sin alimentos.
Ella entendió que era el propio Jesús quien le daba las fuerzas para seguir viviendo: «No hay que asombrarse de que yo pueda vivir en total ayuno. El cuerpo y la sangre de Cristo son mi alimento sobreabundante». Y así, todos los viernes, sufría tal identificación con la Pasión de Nuestro Señor, que padecía las angustias visibles y similares a las que sintió Cristo en Getsemaní. Por añadidura, el cuerpo postrado de la joven manifestó visiblemente los estigmas (en manos, pies, costado, en incluso en la cabeza, que sangraba como si tuviera clavada las espinas de la corona) de la Pasión.
Decenas de miles de testigos (entre ellos, cardenales, obispos y muchos prohombres de la Iglesia) pudieron dar fe, a través de los más de 50 años que Marthe sobrevivió con el único alimento de Cristo, de la verdad sobre el caso Robín. Uno de ellos, el gran filósofo, escritor y miembro de la Academia de la Lengua, Jean Guitton, escribió un libro, «El retrato de Marche Robin», donde se subraya que «soy consciente de que esta obra es desconcertante e irritante para muchos que van a dudar de la verdad de lo que cuento. No obstante, quiero responder a sus objeciones con las pruebas evidentes de la verosimilitud de este relato».
Agustín Losada Madrid, La Razón, miércoles 13-VI-2001