Nació el 09 de octubre de 1800 en San Fele en el Reino de Nápoles. Admitido en la Congregación de la Misión el 17 de octubre de 1818 en Nápoles, es ordenado sacerdote en Brindisi el 12 de junio de 1824. Dedicado a la evangelización de los pobres, participa durante quince años en las misiones parroquiales al sur de Italia, asolada en 1836 por el cólera.
Justino de Jacobis, misionero vicenciano de altas dotes de santidad y comprensión, aprendió de su fundador, San Vicente de Paúl, una lección básica: seguir la Providencia de Dios.
Fue la Divina Providencia la que le enseño cómo tratar a la gente a él confiada en su nueva misión. Sabía muy bien que durante siglos los misioneros católicos habían hecho cuanto estaba en sus manos para establecer la Iglesia Católica en ambos países, pero sin éxito alguno.
Justino pidió a Dios que le inspirara interiormente cómo conquistar los corazones y las mentes del pueblo etíope. Y la Divina Providencia respondió, concediendo a Justino una notable visión de la cultura y tradiciones del país que era su nueva misión.
En más de un aspecto, se estaba anticipando, en casi cien años, a la visión del Vaticano II de la cultura y su importancia.
En su tiempo resultaba con frecuencia difícil a los misioneros extranjeros aceptar y vivir la cultura de su territorio de misión. La Providencia fue abriendo el camino a San Justino, nuevo Prefecto Apostólico, hasta abrazar las tradiciones y cultura de la gente, y anunciarles así el mensaje del Evangelio.
El 10 de marzo de 1839 la Congregación para la Propagación de la Fe lo envía a África, para fundar una misión en Abisinia. Justino es nombrado Prefecto Apostólico de Etiopía y regiones adyacentes.
Justino es ordenado obispo el 07 de enero de 1849.
Durante veintiún años Mons. Justino de Jacobis anima a las comunidades cristianas minoritarias en un clima hostil.
Conoce varias veces el exilio y la prisión. Su divisa "Todo a Ti" resume bien la vida apostólica de este buen pastor totalmente entregado a Dios y a su misión. Como san Pablo, Justino vive sólo para este pueblo de Dios que la Iglesia le ha confiado: "ustedes son los dueños de mi vida, escribe en una
carta pastoral, porque Dios me dio esta vida para ustedes".
En el curso de un viaje apostólico en el valle de Aligade, Mons. Justino de Jacobis
Muere el 31 de julio de 1860, es inhumado en Hebo.
El 25 de junio de 1939 es beatificado por Pío XII
El 26 de octubre de 1975, fue canonizado por Pablo VI.
SU FIESTA SE CELEBRA EL 30 DE JULIO
El último día de su vida, el 31 de julio de 1860, a tan sólo tres horas de su muerte, Justino de Jacobis reunió a sus discípulos a su lado y les dijo:
... Siguiendo el ejemplo de Nuestro Señor, que dijo adiós a Nuestra Señora y a sus apóstoles, yo me despido de vosotros... Apartad de vuestra casa toda calumnia y reyerta, amáos unos a otros, continuad firmes en la fe y ante todo,
practicad la caridad. Sed la luz de vuestro pueblo.
Luego llamó a los seminaristas junto a su lecho y les dijo:
Puesto que Dios os ha elegido, tened cuidado de seguir el buen camino. Yo os propongo como modelos a los monjes. Ellos son la luz que os ilumina. Seguid su ejemplo.
Inmediatamente después de la muerte de este extraordinario formador y padre, surgió un serio desacuerdo entre los misioneros y los sacerdotes nativos.
Los misioneros querían cambiar totalmente el método empleado por De Jacobis. Pero los sacerdotes nativos se mostraron firmes en permanecer fieles al género de vida que les había enseñado su padre espiritual, aunque les causara grandes sufrimientos y aislamiento.
Apelaron a Propaganda Fide, pero lamentablemente su caso no fue atendido
durante mucho tiempo.
Reflexionarían una y otra vez sobre las últimas palabras de su querido padre y
fundador. El clero indígena tuvo que pasar por una experiencia muy difícil por seguir fiel a De Jacobis. Durante su larga lucha y duros sufrimientos, siguieron constantes en su fe y devoción a su padre y educador, Justino de Jacobis.
La llave de mi corazón es mi boca, pero la llave de mi boca las tienen mis fieles y les predicaré cuando ellos me digan