SAN IGNACIO DE LOYOLA

Fundador de la Compañía de Jesús. Su primera dedicación fueron las armas,
siguiendo la tradición familiar, pero tras resultar gravemente herido en la defensa de Pamplona contra los franceses (1521) cambió por completo de orientación: la lectura de libros piadosos durante su convalecencia le decidió a consagrarse a la religión.
Se retiró inicialmente a hacer penitencia y oración en Monserrat y Manresa, donde empezó a elaborar el método ascético de los Ejercicios Espirituales.
Luego peregrinó a los santos lugares de Palestina. De regreso a España comenzó a estudiar para poder afrontar mejor su proyecto de apostola do en las universidades de Alcalá de Henares, Salamanca y París.
Las primeras actividades de San Ignacio difundiendo el método de los Ejercicios Espirituales le hicieron sospechoso de heterodoxia (asimilado a los "alumbrados" o a los seguidores de Erasmo). En Castilla fue procesado, se le prohibió la predicación y hubo de interrumpir sus estudios.
En cambio en París, donde se graduó como maestro en Artes (aunque no terminó los estudios de Teología) San Ignacio consiguió reunir un grupo de seis compañeros a los que comunicó sus ideas y con los que sembró el
germen de la Compañía de Jesús, haciendo juntos votos de pobreza y apostolado en la Cueva de Montmartre.
Ante la imposibilidad de marchar a hacer vida religiosa en Palestina, por la guerra contra los turcos, se ofrecieron al Papa Pablo III, quien les ordenó sacerdotes (1537).
En los años siguientes se dedicaron al apostolado, la enseñanza, el cuidado de los enfermos y la definición de una nueva orden religiosa, la Compañía de Jesús, cuyos estatutos aprobó el Papa en 1540.
San Ignacio de Loyola, cuyo fervor y energía inspiraban al grupo, fue elegido por unanimidad, su primer general.
La Compañía reproducía la estructura militar en la que Ignacio había sido educado, pero al
servicio de la propagación de la fe católica, amenazada en Europa desde las predicaciones de Lutero; las Constituciones que Ignacio le dio en 1547 - 1550 la configuraron como una orden moderna y pragmática, concebida racionalmente, disciplinada y ligada al Papa, para el cual resultaría un instrumento de gran eficacia en la "reconquista" de la sociedad por la Iglesia en la época de la Contrarreforma Católica.
Aquejado de graves problemas de salud, San Ignacio alcanzó a ver, sin embargo, en sus últimos años de vida, la expansión de la Compañía por Europa y América, con una fuerte presencia en la educación de la juventud y en el debate intelectual, en el apostolado y en la actividad misionera (destacando la labor en Asia de Francisco Javier). Muerto San Ignacio, le sucedió como General de los Jesuítas su más estrecho colaborador, el castellano Lainez.
Fue canonizado en 1622 por Clemente XV.

Por: Maria Isabel