Al empezar esta reflexión sobre el Año Sacerdotal que ya ha concluido, me viene a la mente y al corazón la oración que Jesús pronunció antes de padecer: "Yo ruego por ellos.
No ruego por el mundo, sino por los que tú me diste, que ya son tuyos... " (JIL17, 9); también el pedido que le hace Pablo a su "Hijo Espiritual" Timoteo: "Por eso te invito a que reavives el don espiritual que Dios depositó en ti por medio de la imposición de mis manos. Porque Dios no nos dio un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de amor y de buen juicio. Por eso no te avergüences del testimonio que tienes que dar de nuestro Señor ... " (2Tim.1, 6-8).
La preocupación de su Santidad Benedicto XVI, es la preocupación de Jesús. Que todo el mundo ore por sus anUgos y hermanos sacerdotes, que no pierdan de vista que siendo de barro, Dios tiene que ser siempre nuestro Único Alfarero capaz de transformar todo; la razón es la misma de toda la vida: porque AMA DE VERDAD. Todos necesitamos de Dios, de su Gracia, necesitamos ser santos (cf.Mt.5, 48). Gran tarea que dura toda la vida.
"El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús" decía San Juan Maria Vianney, cuya figura puso el papa Benedicto XVI como modelo de Santidad de sacerdote para este año sacerdotal que terminó. Un motivo más de este año sacerdotal era el conmemorar los 150 años de la muerte del santo cura de Ars.
Pero un motivo sublime de por qué se dio este año sacerdotal fue, como el mismo Santo Padre dice en su discurso de clausura: "comprender de nuevo la grandeza y la belleza del ministerio sacerdotal...el sacerdote hace lo que ningún ser humano puede hacer por sí mismo: pronunciar en nombre de Cristo la palabra de absolución de nuestros pecados ... Pronuncia sobre las ofrendas del pan y vino las palabras de acción de gracias de Cristo, que abren el mundo a Dios y lo unen a Él. Por tanto, el sacerdocio no es un simple oficio, sino un sacramento".
"Somos agradecidos por el don de Dios", nos refiere el Papa en otra parte del discurso, este don de Dios que se lleva "en vasijas de barro, y que una y otra vez, a través de la debilidad humana, hace visible su amor en el mundo".
Más de 15 mil sacerdotes de todos los rincones del mundo se hicieron presente el 11 de Junio (Fiesta del Corazón de Jesús) en la plaza de San Pedro para encontrarse con nuestro papá espiritual. Cuánto gozo se veía en la televisión que trasmitían nuestros hermanos sacerdotes al estar junto al papa. Es casi seguro que después de ese encuentro los frutos en esos sacerdotes se darán a conocer con su misma vida, para contagiar ese ardor misionero a sus demás hermanos en el sacerdocio.
Siempre hay una promesa de Jesús, de las miles que hay en la Sagrada Escritura, para agarrarnos de ella nosotros los sacerdotes: "Sepan que yo estoy con Ustedes todos los días hasta el final de la historia" (Mt.28, 20).
La tarea de los laicos, a quienes se nos ha confiado el cuidado pastoral, es de orar por sus sacerdotes, ayudar a extender el Reino de Dios, ofrecer una ayuda solidaria, constante ánimo en las dificultades, en vez de adoptar la "postura del mundo" que tanto criticó Jesús en los evangelios (cf.Mc.6, 1-6: "¿de dónde le viene a este todo esto? .. ¿yesos milagros de sus manos? ..y se admiraba de su falta de fe").
Recordemos que Jesús "llamó a los que Él quiso, para ESTAR CON ÉL Y para SER SUS TESTIGOS" (Mc.3, 13-19). Un sacerdote, al igual que todo fiel cristiano en el mundo, está llamado a agradar a Dios cada día de su vida. San Vicente decía al Padre Antonio Portail: ''Nuestra vida debe estar oculta en Jesucristo".
Gracias, Señor, por tus hijos sacerdotes!!!
Por: P. Julio Villalobos