La entrada “triunfal” de Cristo en la Ciudad Santa, que festejamos hoy, está cargada de emociones y de simbolismos. Es tan importante, en el desarrollo del Misterio Pascual, que los cuatro evangelistas sienten la necesidad de narrarla, casi con los mismos detalles.
Son tres los detalles que resaltan en la narración:
1º LA HUMILDAD CON QUE EL SEÑOR SE PRESENTÓ AL PUEBLO: Cabalgando humildemente un borrico, según la profecía de Zacarías.
La humildad es una actitud constante y fundamental, en la historia de la salvación, que se inició silenciosamente con la encarnación del Hijo de Dios, en el seno de la Virgen María, y con el nacimiento del niño Jesús en la oscuridad de una gruta en Belén. (Allí también, según la tradición, había un borrico, símbolo de humildad y mansedumbre).
La venida del Salvador entre nosotros se salió así de los esquemas del mundo, que busca la gloria y el ruido. Jesús esquivó siempre los aplausos de la gente; pero, en su última visita a Jerusalén, cuando se iba a concluir su misión, permitió una demostración espontánea de cuantos habían sido espectadores y beneficiarios de su obra salvadora.
Y ahí aparecieron, para aclamarlo, impulsados por el Espíritu y por la gratitud, tantas personas que venían de todas partes a Jerusalén, para celebrar la Pascua. Éste es el segundo detalle de la entrada de Jesús en Jerusalén:
2º LA DEMOSTRACIÓN DE FE Y DE CARIÑO DE PARTE DEL PUEBLO HUMILDE, que había experimentado todo el amor del Señor y su
poder contra los males de este mundo.
3º Detalle que resalta en el evangelio del Domingo de Ramos es la ACTITUD INDIFERENTE O DESORIENTADA DE UNOS OBSERVADORES.
“¿Quién es éste?” – se preguntaban: mientras otros – los fariseos – mostraban, como siempre, su inconformidad y su espíritu de crítica, pidiendo al Señor que callara el entusiasmo del pueblo. Y Jesús más bien hizo callar a los fariseos, afirmando: “Les digo, que si el pueblo calla, gritarán las piedras”.
Así es: el amor y la verdad triunfan siempre. También en nuestros días, a pesar de la indiferencia de muchos “cristianos”, que aprovechan más bien la Semana Santa para satisfacer su sed de diversión, y a pesar de la inconformidad de los incrédulos, que critican el fervor de los verdaderos cristianos, se repite en todo el mundo, en esta Semana Santa, la celebración solemne y concurrida del misterio de nuestra salvación, conmemorando y reviviendo los momentos más conmovedores del sacrificio de Cristo.
1. El último encuentro con el pueblo sencillo y agradecido, el Domingo de Ramos.
2. La Última Cena con los apóstoles, el Jueves Santo.
3. La dura Pasión y la Muerte en la Cruz, el Viernes Santo.
4. El gran final: La Pascua de Resurrección, en que Cristo triunfa sobre la muerte y el pecado y nos ofrece a todos la Vida.
En este Domingo de Ramos, que inicia la celebración del Misterio Pascual, aquí estamos, los cristianos, para aclamar al Señor y para decirle con entusiasmo:
¡Gracias, Señor, por amarnos tanto: ayúdanos a corresponder a tu amor!.
Por P. Alfio Giorgi