JESUS CAE POR TERCERA VEZ

¿Tercera? Dios mío, cuántas veces he caído y seguiré cayendo, pero si es parte de la naturaleza humana, parte de nuestra esencia y de nuestro caminar sobre la tierra. Parte de nuestro ser hijos de Dios, necesitados siempre de su gracia, amor y perdón.

¿Se imaginan si fuésemos “Dios”?, es decir si fuésemos perfectos. Saben cuál sería la diferencia entre Nuestro Padre y nosotros? Seríamos totalmente vanos, totalmente soberbios y orgullosos de nuestra “perfección”.

¿Recuerdan a los fariseos? Se creían perfectos, pues Jesús no pudo hacer amistad con ellos. ¿Quiénes fueron los amigos de Jesús? ¿A quién logró Jesús convencer? Con quién compartía el pan? Con los “pecadores”, con los necesitados de pan, salud, alegría, aceptación o amor. No hay más, ese es Nuestro Redentor, Nuestro Amigo, Nuestro “Rey”, Jesús.

El que se hace un pedazo de pan para quedarse con nosotros, para que podamos comerlo. No se quedó en forma de estatua gigante de oro para adorarlo, se hizo alimento diario para unirse a nuestra condición de seres humanos.

Ay cómo quisiera ser pan de vida, de alegría, de fraternidad, de salud para mis hermanos. Entonces, cuál es la clave? “Levántate y anda”. Nos caemos para levantarnos, para ser humildes, para comprender al prójimo en su dolor, para ser más humanos.

Tal vez, a veces nos sentimos sin fuerzas para levantarnos, pensamos “ahora sí ya fui”, pero siempre está ahí esa fuerza de lo alto, el Espíritu Santo nos libera y nos lava. Invócalo. Trata una y otra vez, una y otra vez, confía. Dios es bueno todo el tiempo, y todo el tiempo Dios es bueno. Dios nos ama!!!

Por: Mónica Raggio