Tú, Madre, has sido la
que influiste más en tu Hijo.
Tú fuiste la única que
comunicó al Verbo su cuerpo para ser encarnado.
Tu mano, suave, llena de
amor indecible, fue la que fue formando .
aquel hombre que había
de llevar una vida de trabajador humilde,
y que después de vivir
pobremente la vida de apóstol,
se ofreció desnudo sobre
el ara de un leño áspero, símbolo
de la ignominia.
Ayúdanos, Madre, y
fórmanos como otro Jesús.
Tú eres la que puede
hacerla de un modo muy especial:
la mano de madre es
insustituible:
no se ha inventado, ni
el hombre podrá inventar jamás con toda su técnica,
ningún sustitutivo para
la mano y el corazón de Madre.
Te lo pido, Señora: "muestra que eres Madre".
ponme con tu Hijo y mi hermano mayor, Jesús".