LAS BIENAVENTURANZAS: CAMINOS AL CIELO

El "Discurso del Monte",  donde Jesús predicó las "Bienaventuranzas", tiene un prólogo breve y sencillo, pero claro y valioso como las Bienaventuranzas: un prólogo que podemos relacionar con cada una de las enseñanzas que Jesús hizo en ese largo discurso, y que es el compendio y el núcleo de todo el  vangelio:
"iConviértanse!"

Fue precisamente la primera exhortación que hizo Jesús cuando "empezó a predicar", después que habían encarcelado a Juan el Bautista; según señala el mismo evangelista Mateo, antes de transmitirnos las "Bienaventuranzas". Con esa invitación a la "conversión", Jesús quiso recalcar la predicación del Precursor a quien había elogiado públicamente.

Después de ese preámbulo, reunió a los discípulos que tendrían que ser los testigos y apóstoles de su palabra de vida, y contemplando desde el cerro al pueblo humilde y sufrido que había acudido a escucharlo, proclamó las "Bienaventuranzas", recetas de paz y felicidad para cuantos sufren y luchan con fe.
Las Bienaventuranzas son unas promesas luminosas y cálidas, que han consolado, fortalecido y llenado de entusiasmo a la Iglesia peregrina, en estos veinte siglos de historia en su marcha fatigosa hacia la cumbre del Calvario, peldaño hacia la Bienaventuranza eterna, en el Reino de los Cielos.

Jesús no es un moralista o filósofo, no presenta esquemas fríos y abstractos. Él es el Maestro, pero maestro de los pobres y sencillos, y les habla con el lenguaje del corazón, con términos familiares que los pobres entienden porque es el lenguaje de su vida. Ya que la vida de los pobres es llanto, aguante y lucha contra tantas adversidades: una lucha de todos los días, llevada con paciencia, con honestidad, con fe.

Y sobre la Fe están cimentadas las Bienaventuranzas proclamadas por Jesús. Solamente la fe puede dar la fuerza de soportar las privaciones, los sacrificios y las contrariedades de la vida; sólo la fe puede animar los ideales de justicia y de paz. Sólo la fe puede inspirar comprensión, compasión y pureza de corazón. la fe es el impulso que viene desde Cristo y nos da la fuerza para luchar y llegar hasta la meta, que es el Cielo, donde no habrá ni llanto, ni oscuridad, ni soledad, sino sólo luz, paz y amor. iQué bella es nuestra fe, el regalo que nos ha hecho el Señor y que nos acompaña con su luz, en este mundo frío y oscuro, donde las Bienaventuranzas son precisamente destellos de luz divina, que nos dan fortaleza y seguridad, pistas trazadas por Cristo, "camino, verdad y vida".
Los Santos se esforzaron de recorrer estas pistas, y alcanzaron las metas que señala Jesús, logrando la verdadera bienaventuranza, en este mundo ven la Casa del Padre. Desde allí, nos invitan fraternalmente y nos ayudan con su ejemplo y con su intercesión.

Por. P. Alfio Giorgi C.M.