EL BUEN PASTOR

Este hermoso Evangelio, es para recordarnos que Cristo siempre se preocupa de nosotros como el pastor no asalariado sino dueño de sus ovejas. Dios no nos crea y nos suelta, no.

La confianza es una consecuencia del ser de Dios. Quien conoce a Dios en su palabra, en la oración, en la Eucaristía, no le tiene miedo. Confía, espera, se recuesta en Dios y se pone en sus manos. Pensar en la encarnación, en Belén, en la vida oculta, en la vida pública de Jesús, en sus milagros y profecías, en su pasión y su cruz, es suficiente para confiar.

San Cirilo de Alejandría: «El distintivo de la oveja de Cristo es su capacidad de escuchar, de obedecer, mientras que las ovejas extrañas se distinguen por su indocilidad. Comprendemos el verbo “escuchar” en el sentido de consentir a lo que se le ha dicho… “Mis ovejas me siguen”, dice Cristo. En efecto, por la gracia divina, los creyentes siguen los pasos de Cristo. No obedecen a los preceptos de la Ley antigua que no era más que figura, sino que siguen, por la gracia, los preceptos de Cristo. Llegarán a las cumbres, conforme a la vocación de hijos de Dios. Cuando Cristo sube al cielo, ellos le seguirán».

El Señor es mi pastor, nada  me falta:
En verdes praderas me hace recostar;

Me conduce hacia fuentes tranquilas.
Y repara mis fuerzas.
Sal. 22, 1-6

Para Dios nosotros somos sumamente importantes, porque somos muy amados: "Como consuela la propia madre así os consolaré yo (Is. 66,13)”. "Mi Pueblo decía: "me ha abandonado Dios, el Señor me ha olvidado" ¿Acaso olvida una mujer a su hijo, y no se apiada del fruto de sus entrañas?. Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré" (Is 49, 14-15).¨ "Yo enseñé a andar a mi Pueblo y lo llevé en mis brazos. Con cuerdas de ternura, con lazos de amor, los atraía; " (Os 11, 1-8). "¡Si es mi hijo mi Pueblo, mi niño, mi encanto! Cada vez que lo reprendo, me acuerdo de ello, se me conmueven las entrañas y cedo a la compasión" (Jer. 31,20).

En el nuevo testamento Jesucristo dice las palabras más tiernas de la literatura universal: ¡Jerusalén, Jerusalén! ¡Qué matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos debajo de sus alas, y tú no has querido! (Lucas 13,34).

Por eso la vida de los santos en un canto a las misericordias de Dios. A su entrega absoluta en sus manos. María, la Madre-Maestra dijo: "Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho." Después la dejó el ángel¨. (Lucas 1,38)

La confianza sin miedo, la gratitud con Cristo, el apoyarse en el hombro de Dios es para los que le conocen, oran y reciben sacramentos. La palabra, la oración, la reconciliación y la Eucaristía.

P. Francisco Domingo