DEVOCION ES CONVERSION

Jesús entró en la ciudad de Jericó y atravesaba la ciudad; como en este mes de octubre la imagen del Señor de los Milagros atraviesa nuestras calles: "Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido". Cristo quiere encontrarse con todos en especial los más alejados de Dios.


Zaqueo ansioso quiere ver a Jesús y cuando uno quiere lo consigue. Y sin
duda también quería que elMaestro le viera a él. Si hay que subir a un arbol se sube aunque los demás se rían, lo consiguió y Jesús le dice: "Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa". Zaqueo bajó en seguida y lo recibió muy contento.
Jesús se invitó y no sólo a comer sino que le exigió alojamiento. Es
instalarse, cenar, dormir, lavarse y con sus amigos, los doce discípulos.
Zaqueo buscaba a Dios y Dios se le presentó como en una "procesión".


La conversión de Zaqueo fue total, radical: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más».
Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es
hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar
lo que estaba perdido.»

La experiencia nos dice que cuando uno se desprende de los bienes, de la
plata, de las riquezas esa si que es conversión sincera: "La conversión
comprende a la persona en su integridad y no sólo en las facetas
religiosas de su existencia, sino también en sus relaciones humanas,
actitudes ante los demás, criterios de actuación, que han de hallarse en
permanente estado de cambio y progresivo perfeccionamiento" (E. 99).

La devoción verdadera al Señor de los milagros, pasa por la mente y el
corazón. Para nosotros la Procesión del Señor de los milagros es el paso de
Dios en nuestras vidas. Los apóstoles estaban con Jesús pero Judas lo vendió, Pedro lo negó y los demás en el Getsemaní lo abandonaron. No
todos los cercanos y aparentemente piadosos son buenos hijos de Dios.

«No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial». (Mateo 7:21)
y también dice: "Lo mismo pasa con un árbol sano: da frutos buenos,
mientras que el árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, como tampoco un árbol malo puede producir frutos buenos. Todo árbol que no da buenos frutos se corta y se echa al fuego. Por lo tanto, ustedes los reconocerán por sus obras".

Es imprescindible, la reconciliación, la eucaristía dominical, la oración, la caridad, el perdonar y el pedir perdón, la fidelidad, y en una palabra, la devoción al Señor de los Milagros tiene que dar buenos frutos si es
auténtica devoción: creer, rezar y vivir lo que creemos y rezamos, de lo
contrario es un árbol sin frutos.

Que el Señor de los Milagros nos convierta de corazón.

Recopìlación y comentario: P. Francisco Domingo