DIOS HACE SU PARTE Y NOSOTROS LA NUESTRA

Contemplemos a Jesus, El es el juez justo que atiende los reclamos de la viuda; mírenlo devolviendo vivo al hijo muerto que perdio la viuda de Naím (Lc. 7, 11 - 17).
Escíchenlo condenando a los escribas que devoran los bienes de la viudas (Lc. 20, 47). Vean como este Juez, sensible ante el dolor y la injusticia, aprecia la pobre ofrenda en el templo de aquella otra viuda que de su indigencia dio todo lo que tenia (Lc. 21, 1 - 4). Mírenlo y miremos a Hesus, el Hijo del Hombre, el Jues Justo que escucha nuestras súplicas y sentencia con justicia. Sí, nuestro Juez no es ciego ni sordo ante las injusticias.

El Señor te guardará de todo  mal,
Él guardará tu vida;
Guardará tu partida y tu regreso,
Desde ahora y por siempre.
(Sal. 121, 4)

Él vendrá, vendrá aunque su justicia se haga esperar para verla plenamente. Él vendrá, perseveremos en la fidelidad, hasta que venga.
Pero también pienso que la ayuda viene tambien de los demás, de los creyentes, de los que nos llamamos y nos decimos buenos cristianos.
Pienso que Dios nos delega para atender a los inocentes a los que menos tienen, a veces además de poca riqueza poca formación para saber defenderse.
Dios no vendrá a solucionar muchos problemas, como no ha sacado a los mineros de las minas. Dios da a loa ingenieros talento y manos a los técnicos para que actúen y Dios obra a través de nuestras manos.

Hay que cuidar usar bien los talentos de cada uno en servicio de Dios y de los demás. A cada uno se le pedirán las cualidades que ha recibido.

En San Mateo 25, Jesucristo nos habla de sacar el máximo fruto de nuestras cualidades, porque ser buen cristiano no es no hacer nada malo sino hacer mucho bueno. Resumiendo, el mundo camina como los cristianos queremos que camine.

Podemos preguntarnos: ¿quién es más importante aquí, el juest o la viuda? Por una parte la mujer que no se atemoriza e insiste para que le haga justicia.
Lo hace desde sus armas: su palabra y su constancia operseverancia; no usa métodos violentos, pero sí convicción de qeu tiene derechos a los que no puede renunciar. Por eso al final, sin convencimiento personal, el juez decide ahcerle justicia.

La perseverancia puede conseguir lo qeu parece imposible. Pero si eso lo ahcen los hambres injustos, como el juez, ¿qué no hará Dios, el más justo de todos los seres, cuando se pide con perseverancia?

Es esa perseverancia, divina y humana, lo que mantiene la fe en este mundo y en le Iglesia. Siempre Dios y el hombre.

Recopilación y comentario
P. Francisco Domingo