Juan Pablo II decía que el cristiano es un hombre con esperanza. Los ateos, los que no tienen fe, los materialistas que niegan un más allá, que rechazan la existencia de Dios y creen que la creación es un azar, que creen que todo el universo, la naturaleza, las plantas, los animales y los seres humanos son fruto de la sola casualidad, carecen de toda esperanza: más allá de esta vida no esperan nada. A ellos no les queda sino creer que los que murieron ya no existen más, y que una vez muertos ellos mismos, se disolverán en la nada para no existir nuncajamás.
Creemos que se muere una sola vez.
Creer en la fe no es dudar sino estoy seguro pero no lo veo. El cristianismo, aleccionado por el Señor Jesús, fundado en su propia Resurrección, enseña que luego de la muerte habrá un juicio (ver Mt 25,31ss) y que quien sea hallado digno, participará de una resurrección para la vida eterna, en la plena comunión con Dios.
Tú nos dijiste que la muerte
no es el final del camino,
que aunque morimos no somos,
carne de un ciego destino.
Tú nos hiciste, tuyos somos,
nuestro destino es vivir,
siendo felices contigo,
sin padecer ni morir.
No puede existir la reencarnación. La fe en la resurrección choca de plano con, la creencia en la reencarnación, hoy cada vez más de moda. Los creyentes poco instruidos se engañan cuando piensan que esta creencia en la reencarnación es perfectamente compatible con las enseñanzas de Cristo.
Jesús no enseñó que tendremos vidas sucesivas, sino que enseñó claramente que moriremos una sola vez y resucitaremos una sola vez. Cristo jamás habló de que cada cual tiene que expiar en vidas sucesivas, sino del perdón de los pecados y de la reconciliación que Él ha venido a realizar mediante su Muerte en Cruz. Cristo jamás enseñó que cada cual "se salva" por sí mismo y que Él sólo era un "gurú", sino que Él es el Camino que conduce al Padre, el Salvador y Reconciliador del mundo.
En resumen, no puede ser verdaderamente cristiano quien acepta la doctrina de la reencarnación (ver Catecismo de la Iglesia Católica, números: 988-1014).
La muerte no es el final del camino. Ante el hecho de nuestra propia muerte o de la muerte de nuestros seres queridos no hay que temer. La muerte para el creyente es un paso: detrás de la muerte está Cristo. Él es la Resurrección y la Vida, y Él promete la resurrección y la vida eterna, plena y feliz, a quien crea en Él (verJn 11,25-26).
Recopilación y comentario: P. Francisco Domingo