En el pasaje de hoy domingo, del Evangelio de San Lucas, se nos dan tres ideas sobre Jesucristo que son las propias de aquel entonces.
Para la gente
Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Para Pedro y los apóstoles
El Mesías de Dios
Para Jesús
El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.
La confesión de Pedro es la idea de un Cristo triunfante sobre los enemigos, que los aniquila, que hace un nuevo reino de Israel como el de David hacía mil años.
Pero Jesús aclara los conceptos
La esperanza cristiana no es la vida maravillosa que Dios nos concede en esta vida, con toda clase de bienes, materiales, éxitos, riquezas, prepotencia sobre los enemigos.
Para Jesús, el Mesías es el que "deja su cielo", se encarna en la humildad de María, su vida oculta sin relieve, la pública con luces y sombras, pero convenciendo a muy pocos sobre su doctrina, sus obras, su persona.
Al final traicionado, negado, apresado, enjuiciado, condenado, flajelado, crucificado, muerto. Al término de su existencia temporal la cruz y la gloria. Pero todo acaba en resurrección.
Por eso tiene autoridad moral para decir que quien le siga tiene que ser capaz de entregarse, ser uno con el Mesías:
"Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habeis revestido de Cristo", dice la segunda lectura. Por eso hay que ser capaces de poner en segundo término todo y todas las personas si es necesario.
No siempre pedirá Dios estos extremos, pero hay que estar dispuesto. Pero puede llegar un momento en que para ser cristiano cabal, hay que luchar contra corriente hasta en su propia casa.
Y puede haber algunas ocaciones en que Jesucristo pide optar por un seguimiento radical en que sólo hay espacio y tiempo para la causa de Dios y su obra. Gastar y desgastar la vida por DIos y por el bien de los hermanos que nos necesitan.
Pero cuando Dios pide, da la gracia suficiente. Nunca más allá de nuestras fuerzas. Con Jesucristo y siempre identificado con Jesucristo, ayudado por su gracia, su compañía, su cercanía y amor, todo se puede.
P. Francisco Domingo