La soberbia ni reconoce el pecado ni pide perdón (Lc. 7, 36-50)
Los personajes del evangelio de hoy son varios. Jesús, la pecadora arrepentida, el fariseo Simón, los comensales.
Jesús siempre perdona y siempre enfrenta la situación. Misericordioso con el arrepentido y duro con los soberbios que no perdonan.
Acude al hombre que le va a cambiar el barro en pureza; arrepentida lleva consigo sus perfumes, sus adornos, sus besos, sus cabellos peinados y con todo lo que era para pecar, ahora los va a utilizar para entregarlos en los pies del Señor, lo convierte en don y ofrenda para Dios.
Por eso riega con lágrimas los pies de su Salvador, los llena de besos, los seca con sus cabellos, y los perfuma con su mejor perfume. Cuántos besos de esa mujer habían sido falsos, cuántas veces sus cabellos y sus perfumes habían sido instrumento de seducción.
Todo eso, va a servir para rescatarla, por el amor con que se entrega y con que suplica perdón.
En contraste con esta verdadera ofrenda, de este acto de amor puro y ardiente, está la actitud de Simón el fariseo; y Jesús se lo reprocha, ya que el fariseo muestra su peor faceta, la de juez implacable que condena sin conocer lo que hay en el corazón de esta mujer.
Y por eso se escandaliza y piensa “si éste fuera profeta sabría qué clase de mujer es la que le está tocando”.
Jesús, ante esta condena de una mujer que busca purificarse, sale en su defensa y reprocha al fariseo: Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón:
"¿Ves a esta mujer? , cuando entré en tu casa, no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me has recibido con un beso, pero ella, desde que entró, no ha dejado de cubrirme los pies de besos. Tú no me ungiste la cabeza con aceite; ella, en cambio, ha derramado perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le quedan perdonados, por el mucho amor que ha manifestado.", Luc. 7, 44-47.
El camino de la conversión es la fe, la conciencia sincera, el amor. El Señor le dice al fariseo, que a esta mujer se le ha perdonado mucho porque ha creído en Él, ha sido sincera, ha amado mucho. Jesucristo se rinde ante el humilde y abatido. ¨Un corazón contrito y humillado, oh Dios, Tú no lo desprecias,¨ (Sal 51, 19).
Jesús puede perdonar los pecados. Por eso el final de la narración queda subrayado por esa pregunta que se hace la gente que participaba del banquete: « ¿Quién es éste que hasta perdona los pecados? » .
P. DOMINGO