EL ADVIENTO, UN CAMBIO DEL CORAZON

La conciencia es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá de él, nos da órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza ...

La conciencia es la mensajera de que, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos gobierna.
La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo (Newman, carta al duque de Norfolk 5).

No sé lo que dirá nuestra conciencia del Adviento y de la Navidad, pero si la escuchamos bien nos dirá que Dios se ha hecho carne "para redimimos y darnos ejemplo de vida" como decía mi catecismo de niño. Todo comienza en Nazaret y se ilumina en Belén, pero para fructificar en las conciencias y en nuestros corazones.
Jesús no nace en Belén para que comamos pavo sino para que nuestras conciencias se acerquen más a Dios y los hermanos, al modo de Jesucristo.
Es bueno en este Adviento mirar en nuestro interior y sin engañarnos, pedir perdón y cambiar lo que tenemos que cambiar. La conciencia es una buena compañera siempre, y más cuando todos queremos preparar un corazón de Navidad cristiana mucho más limpio... ¿qué hemos hecho hasta ahora?

El Adviento es un tiempo de gracia y espera.

Es para extasiamos ante el pesebre de Belén, y como diría Juan PabloIl, el estupor de la Encarnación y del silencio de Jesucristo durante 30 años.

"El Bautista bautiza, y a los que confesaban sus pecados, les daba un mensaje de conversión. Recuperar la pureza original en la que fuimos bautizados. Esa renuncia al mal y a las seducciones del pecado para recuperar la blancura del vestido que nos cubrió en el bautismo.

Conversión es dejar un cristianismo mediocre de "más o menos". Eso nos enseña hoy Mateo en su capítulo 3, 1- 12, en el Evangelio. En la Navidad Dios no nace en el bullicio y el aturdimiento sino en el encuentro entre Dios y nosotros.

Hay que ser mejores, ni tan orgullosos, ni tan egoístas, ni tan sensuales, ni tan materialistas, sino más como Dios nos quiere y el Belén se prepara en el alma de cada uno. Segundo domingo ya han pasado 7 días y nuestra alma ¿ha cambiado a mejor?

Aquella anécdota del nacimiento con luces, música, agua que corre, imágenes que se mueven, día y noche que se suceden, musgo y verdor natural, pesebre de Belén perfecto, ovejitas por todo el nacimiento ...
Al final "se les olvidó un detalle": se habían olvidado de poner al Niño Jesús. Eso nos puede pasar en nuestra Navidad, hay de todo menos Jesucristo.

Recopilación y comentario
P. Francisco Domingo