EDITORIAL

El día 11 de octubre, jueves, comienza el Año de la fe. Ese mismo día se celebra en la Iglesia la fiesta del beato Juan XXIII, “el Papa bueno” y “el Párroco del mundo”.

Lo más importante en el Año de la fe, es el encuentro vivo y profundo con la persona de Jesucristo; su ejemplo, su evangelio. “El acto de fe, es un don de Dios, pero aceptado libremente. Para aceptar todas las verdades de la fe, para anunciar la fe, comprometerse con la fe,, dar testimonio coherente, feliz y valiente de su fe. La fe transforma a la persona hasta en lo mas íntimo de su corazón y todas sus facultades”.

El domingo 21 es el día del DOMUND, a nivel eclesial, y nos unimos a los cerca de 50,000 misioneros de todos el mundo, que salen de su país para evangelizar o reevangelizar y dispuestos siempre a morir en tierra extranjera. El slogan de este año 2012 es “Llamados a hacer resplandecer la Palabra de verdad”. Los misioneros trabajan sin propaganda, no son noticia ni cuando sufren injusticia. En nuestro Perú, el padre vicentino Alfonso Acencios Zuloaga, fue secuestrado el 23 de noviembre del 2011. Hay un preso por el delito.

No es de interés para los medios de comunicación, pero si lo es para Dios, para la Iglesia, sus comunidades de la selva de Tarapoto, su Congregación vicentina, su mama y hermanos. En el 2011 más de 20 misioneros han muerto violentamente en el mundo. Su pecado “ser misioneros de Jesucristo.”

El mes del Señor de los milagros, el mes de la Virgen del Rosario. Nos dice la Porta Fidei: “sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio, vida, de los cristianos. Del mismo modo, la enseñanza del Catecismo sobre la vida moral (virtudes, mandamientos) adquiere su pleno sentido cuando se pone en relación con la fe, la liturgia y la oración”. Stgo.2, 17: “Así también la fe, si no tiene obras, esta realmente muerta.” Juan 14, 21 : “Quien guarda mis mandamientos, ese me ama”.

Esta es la verdadera devoción al Señor de los Milagros y a María. “¿De que le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe?”. Santiago 2,14.

Es el mes de Santa Teresita (1987), los Ángeles Custodios, Santa Teresa de Jesús (1582), San Pedro de Alcántara, “hecho de raíces de árboles”, San Bruno, que buscó a Dios en el silencio, San Ignacio de Antioquía, anciano mártir, San Pablo de la Cruz y los pasionistas, San Francisco de Borja, que se convirtió ante el cadáver de una reina…

Tiene que haber un “revulsivo”, hay que “despertar del letargo” que no se diga “la iglesia duerme”. Hay que poner más energía y dar más tiempo a Jesucristo. El mundo no tiene solución sin Dios. Para eso celebramos el mes de octubre: para ser mejores cristianos, mejores hijos de Dios y mejores hermanos unos con los otros.

P. FRANCISCO DOMINGO C.M.

EN EL UMBRAL DEL AÑO DE LA FE

Sucede hoy con frecuencia que los cristianos siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no solo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado. Mientras en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados en ella, y no parece que sea si en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas”.


Este fino y penetrante diagnostico de la situación en que se encuentra la fe en amplios sectores de la sociedad actual, esta en la base de un s decisión de gran calado que ha tomado Benedicto XVI: convocar a un “Año de la Fe” desde el próximo 11 de octubre hasta el 24 de noviembre de 2013, Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo.

El 11 de octubre es una fecha que trae a la memoria dos acontecimientos eclesiales de excepcional importancia: el comienzo del Concilio Vaticano II (1962) y la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica (1992). El Papa actual lo sabe muy bien, porque estuvo presente, como teólogo, en el Concilio Vaticano II y a él encargó el Beato Juan Pablo II el seguimiento y supervisión del Catecismo.

Es pues, un experto en ambos asuntos y conoce perfectamente la importancia que tienen para la revitalización de la fe del mundo moderno y de la misma Iglesia. Por eso, quiere que a lo largo de este Año de la Fe uno y otro sean libros de cabecera de obispos, sacerdotes, religiosos y seglares comprometidos.

Sin embargo, el objetivo principal del Año de la Fe no es conocer la doctrina y el espíritu que anima ambos documentos. Siendo muy importantes los contenidos de la fe, mas aun, indispensables para la existencia de la misma fe, Benedicto XVI va más lejos, y desea que el Año de la Fe “suscite – son sus palabras- en todo el creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción... ocasión propia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, de modo especial, en la Eucaristía”, de modo que “el testimonio de la vida de los creyentes sea cada vez mas creíble””. Dicho más brevemente, lo que el Papa nos propone para este Año de la Fe es “redescubrir los contenidos de lea fe profesada, celebrada, vivida y rezada” y “reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree”.

Pero ni siquiera esta es su meta última, la meta final es redescubrir el gozo de sentirnos cristianos, y, como consecuencia, la necesidad imperiosa de comunicar nuestra fe a los demás. De tal modo que, si este objetivo no se alcanza, la clausura del Año de la Fe será una invitación a proseguir el camino, hasta alcanzar el objetivo.

Esa meta queda más perfilada en estas palabras que el Papa escribió en su primera encíclica y que nunca podemos olvidar: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. Y ESA PERSONA NO ES OTRA QUE JESUCRISTO.

Si nos encontramos personalmente con Él a lo largo del Año de la Fe, éste habrá logrado su objetivo en cada uno de nosotros. En cambio, si tal encuentro no se realizara, la situación de nuestra fe personal permanecería invariada y, quizás, desnortada. Por eso, todas las propuestas, objetivos y acciones que programemos a todos los niveles: diocesano, parroquial, grupal, han de estar encaminadas, en última instancia, a provocar un encuentro personal con Cristo, que nos lleve a experimentar el gozo de sentirnos discípulo y nos impulse a la alegría de ser sus apóstoles.

Por: Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos

AÑO DE LA FE (11 Octubre 2012 - 24 Noviembre 2013)

Benedicto XVI, convocó al Año de la Fe, con la Carta Porta Fidei del 11 de octubre del 2011; explicó que e Año de la Fe, comenzará el 11 de octubre del 2012 en el que se conmemora el 50 aniversario de la inauguración de Concilio Vaticano II, y concluirá el 24 de noviembre del 2013; en la solemnidad de Cristo Rey del universo.


El Concilio Vaticano II es uno de los eventos más importantes den la historia de la Iglesia. Se realizó en 1962 y 1965 congregando a Obispos de todo el mundo. Produjo un cuerpo de Doctrina que busca promover la fe Católica, renovar la vida de los fieles adaptar la liturgia y alentar la presencia de los laicos. Este año busca: “dar un impulso renovado a la misión de toda la Iglesia”.

Pero ¿Qué es la Fe? Está definida, como la creencia, el crédito, la confianza, la seguridad, la fidelidad en el cumplimiento de las promesas, la certeza en la verdad de algo o de alguien. Para los Cristianos Católicos según el diccionario canónico: la fe es la creencia en los dogmas revelados por Dios. Entendamos entonces que la fe para el ser humano, deberá partir del conocimiento de las revelaciones de Dios, la convicción en ellas por su naturaleza, tan profundamente arraigada al alma humana.

El Cristiano Católico debe estar presto siempre a dar razón de su fe en cumplimiento de los mandatos de Dios, contenidos en las sagradas escrituras:

“Id por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura” (Mc. 16, 15)

“Id pues, haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado” (Mt 25, 19 - 20).

Consideremos ahora el gran significado de nuestro primer párrafo, el Año de la Fe, no es un título más, es un llamado urgente al letargo de creer que esa misión es sólo para los Sacerdotes, Religiosas, Laidos comprometidos, nada mas falso argumentado como pretexto de nuestra tibieza espiritual: ¡TODOS LOS CRISTIANOS CATÓLICOS DEBEMOS CONOCER LAS VERDADES FUNDAMENTALES DE DIOS!, no sólo vivir en esa búsqueda, sino, llevando su Palabra, a fin de que no haya criatura en el mundo que viva sin Dios.

Mira: Hermano, esa falta de caridad de no evangelizar a nuestros hermanos, los apartó de Dios y ha devenido en una sociedad con una agresividad creciente, por los apegos materiales, hoy no sólo se matan entre hermanos sino que matan con ferocidad y cinismo injustificado los padres a los hijos, y los hijos a los padres; existen componentes agravantes peligrosos para la convivencia pacífica y el bien común.

Tampoco son pretextos, las limitaciones, la falta de memoria, la edad avanzada y otros. Te contaré que todos los domingos a las 06:30 a.m. llega un hombre de avanzada edad con dificultad para caminar, sus pasos son lentos y pesados, casi no se, lleva en la mano una cartilla de regular tamaño en el que está escrito con letras grandes el Padre Nuestro y el Ave María que con amorosa devoción sigue con ella el Santo Rosario y después ora durante la Misa.

¿Quieres un ejemplo mas tierno y elocuente de como se irradia la Fe?

Por: Miguel Angel